Una niña de 14 años, con un violín rescatado del olvido en el granero de su abuela, obtuvo en 1952 el premio Sarasate.
Ana María Sabastián
Una niña de 14 años, con un violín rescatado del olvido en el granero de su abuela, obtuvo en 1952 el premio Sarasate, imponiéndose a un instrumentista de la Orquesta Nacional; Ana María Sebastián fue un genio irrepetible, un caso único en una tierra, Aragón, que siempre ha tenido extraordinarios ‘niños prodigio’ del violín, desde Viscasillas a los más recientes Alma Olite o Jordán Tejedor, aunque estos ya no son niños sino concertistas de pies a cabeza. HERALDO la entrevistaba en septiembre de 1952:
Ante nosotros está este prodigio de criatura, encendido tema en todas las esferas musicales de España y ya preocupación de muchas del extranjero, dispuesta a contestar a nuestras preguntas con esa arrolladora simpatía y esa sencillez que caracteriza a todo aquel que verdaderamente vale.
-¿Tu nombre completo?
-Adoración, Ana María, Alicia Sebastián Gómez.
-Datos de tu nacimiento.
-Nací en Zaragoza hace catorce años y fui bautizada en el Pilar por el ilustrísimo señor don José Pellicer.
-¿Cómo empezó tu afición por la música?
-Pues no lo sé. Me gustaba mucho oir las buenas melodías y nada más. Fueron mis padres, como verdaderos aficionados, quienes me hicieron estudiar. Un día mi padre me compró un método de solfeo y ellos me enseñaron las primeras lecciones. Luego se planteó el problema del instrumento que habría de aprender. Mamá se inclinaba por el piano, porque decía que era más propio de señoritas. Papá sentía predilección por el violín, porque decía que es un instrumento que puede llevarse bajo el brazo. Prevaleció el criterio de papá, por culpa del transporte.
-¿Quiénes fueron tus primeros profesores?
-Ortubia y Ángel Jaria. Los dos me pronosticaron que llegaría a ser concertista.
-¿Cuándo te fuiste a Madrid y por qué?
-En octubre de 1944. La razón principal de nuestra marcha fue la de encontrar en aquel Conservatorio un profesor que pudiera enseñarme las escuelas violinísticas más modernas.
-Y lo encontrastre, claro.
-El primer año de nuestra estancia en Madrid estuvo lleno de indecisiones. A instancias mías mi padre se entrevistó con don José Carlos Sedano, catedrático de los cursos superiores del Conservatorio. Este dijo: “Quiero oírla antes de comprometerme a ser su profesor, porque a mi no me gusta perder el tiempo con los estudiantes ni que ellos lo pierdan”. Fui con mi violincito bajo el brazo, un violincito de cuarto que parece un juguete y que nos vendió en Zaragoza la viuda de Perales en cinco o seis duros, con estuche incluido. Sedano me hizo tocar algunas cosillas y sé que después le dijo a papá: “Yo haré de ella una gran concertista, pero usted y su señora me tienen que ayudar haciéndola estudiar”.
-¿Cómo fue presentarte al Premio Sarasate?
-El Premio Sarasate, el extraordinario, lo han ambicionado todos los violinistas de España y los de fuera de nuestras fronteras. Desde 1909, que se estableció por legado del gran violinista navarro, solamente lo han conseguido seis o siete: Sedano, Fernández Ortiz, Iniesta, Muguiro, Corvino, algún otro y yo. ¡La importancia que tenía para mi y para mi tierra natal que yo lo consiguiera!
-¿Con qué obra conseguiste el Premio?
-Con el ‘Concierto en La Mayor’ de Mozart y la ‘Malagueña’ de Sarasate, como obras obligadas. De libre elección llevé el ‘I Palpiti’ de Paganini, su obra más difícil, que no se había oído en España desde hace veinticinco años, pues el único intérprete que la ha tocado en nuestra patria ha sido mi profesor. Excuso decirte que, conociendo él todas las dificultades que encierra, me la enseñó a conciencia de que habría de causar sensación en el tribunal y no solamente a éste le impresionó, sino también al público que llenaba el salón, el cual, al terminar la ejecución, me dio una ovación estrepitosa pese a los esfuerzos que hacía el presidente para que se callaran. Estuvo un buen rato el Padre Sopeña agitando la campanilla y gritando: ‘¡Que no se puede aplaudir, señores! ¡Que esto es un concurso!’.
-¿Cuántos opositores se presentaron?
-Tres, pero la lucha fue entre un profesor de la Orquesta Nacional y yo.
-¿Quiénes formaban el tribunal?
-El padre Federico Sopeña, don Julio Gómez, don José Moreno Bascuñana, don Joaquín Rodrigo y don Rafael Martínez.
-¿Con qué violín tocaste?
-Con el mío. Es francés, viejo, de los hechos en serie y, aunque tengo que apretar mucho el arco para sacarle toda la sonoridad, suena bien. Perteneció a mi abuelita y en el granero de su casa estuvo colgado muchos años dentro de un saco. En Madrid lo mandamos arreglar, taparle una grieta que tenía en la caja, sacarle de dentro medio quilo de cola que le habían metido en reparaciones anteriores, cortarle el mástil porque no me llegaba el brazo, etc…
-Creo que el día anterior habías conseguido otro galardón. ¿Es cierto?
-Sí, el día 3 de julio concurrí al Concurso de Música de Cámara. Me dieron por unanimidad el Primer Premio y Premio Extraordinario del Conservatorio.
-¿Qué otras cosas has conseguido con el violín?
-El año pasado me presenté a oposiciones para profesora de la Orquesta Filarmónica de Madrid. Fui a tocar con calcetines. La sorpresa del tribunal fue grande. Me hicieron Miembro de Honor de la Orquesta.
-¿Contenta de sus recientes éxitos en San Sebastián y Bilbao?
-Es la primera vez que he salido en plan de concertista. El público me aplaudió muchísimo y las críticas me han tratado muy bien.
Entrevista con Heraldo de Aragón
-¿Te gustaría tocar para tus paisanos?
-¡Ya lo creo! He estado pensando en ello todo el tiempo. ¡Y voy a tocar! La Comisión de Festejos me ha prometido que me presentará el 12 de octubre en la Fiesta de Gala, y que el 11, por la mañana, daré un concierto. También me gustaría tocar el Ave María de Schubert ante la Virgen del Pilar. Es un deseo que tengo desde hace años poder hacer esa modesta ofrenda a quien tanto debo.
-¿Proyectos?
-Dar algunos conciertos en España e ir haciéndome un buen repertorio. Quiero continuar la Armonía, tengo ya dos cursos terminados con sobresaliente, y pretendo hacer la Composición y estudiar varios cursos de piano.
-¿Qué es lo que materialmente te hace falta para continuar el camino de la gloria emprendido?
-¡Hacen falta tantas cosas! En primer lugar un violín para conciertos. Me han ofrecido muchos, pero de todos solamente uno merecía la pena un sacrificio económico. Piden por él ¡casi una fortuna! Ya lo conseguiré trabajando, si Dios quiere.
-¿Precio de ese violín?
-Cuarenta mil pesetas.
-¿Cuáles son los tres compositores clásicos que más te gustan?
-Beethoven, Mendelssohn, Brahms…
-¿Y de los modernos?
-Si te refieres a los extranjeros, te diré que Gruenberg, Elgar, Sibelius…
-¿Qué me dices de nuestra música?
-Es maravillosa. En todos mis programas llevo cosas de Sarasate. Hemos tenido y tenemos compositores tan buenos o mejor que los de fuera: Falla, Turina, Granados, Albéniz, Esplá, Rodrigo y tantos otros… Y no menciono la influencia que nuestro folclore ha tenido entre los músicos extranjeros, porque todos la conocen.
-¿Qué obras interpretas con más agrado?
-Las compuestas por violinistas: Paganini, Sarasate, Wieniawski… y las cadencias de los conciertos compuestos por Auer o Joachim.
-¿Te gustaría componer?
-Muchísimo, pero la composición necesita un estudio, y yo no estoy preparada todavía. Hace falta estudiar muy bien Armonía, que son cuatro cursos, y otros cinco de Composición, Contrapunto y Fuga. Además considero que previamente ha de adquirirse una gran preparación cultural. Y luego inspiración. Vayamos despacio, ¿no te parece?
-¿Alguna anécdota?
-Ocurrió en el concierto que di en Bilbao el 31 del pasado agosto. Nos habían puesto el programa sobre el piano para que nos sujetásemos a su orden. En la última parte figuraba en primer lugar la ‘Malagueña’ de Sarasate y después ‘I Palpiti’ de Paganini. Ni el pianista Lavilla ni yo nos acordamos de mirarlo y tocamos primeramente ‘I Palpiti’. Un señor que se había guiado por el programa vino a felicitarme a la terminación de esa obra y me dijo: ‘¡Qué grande es Sarasate! ¡Qué dobles armónicos! ¡Qué saltillo!’. No supe qué contestar.
-¿Cuánto han costado a tus padres tus estudios?
-Mucho. No han regateado en nada y todo lo han hecho por sus propios esfuerzos, a base, claro, de inmensos sacrificios, pero Dios ha querido que saliéramos adelante.
-¿No han recibido ayudas económicas?
-Una pequeña subvención de la Diputación de Zaragoza.
Esta es, en síntesis, la joven vida de Ana María Sebastián. Muy pronto la oiremos en Zaragoza y aquí hemos de recibirla con los brazos abiertos.
La entrevista es absolutamente sorprendente. Porque quien contesta a las preguntas de un modo tan desenvuelto, tan profesional, es la niña que aparece en la primera fotografía, de tan solo 14 años recién cumplidos. Ana María Sebastián fue objeto de atención preferente en las páginas de HERALDO en los años 50, incluso puede decirse que el periódico dirigió una pequeña ‘campaña’ para apoyar sus estudios. La segunda fotografía, en la que ya aparece una Ana María que ha dejado atrás la niñez, corresponde a una entrevista que se le realizó en el 56, cuando ya estaba estudiando en el Conservatorio de París. En ella hacía declaraciones que hoy nos pueden parecer sorprendentes:
“A Zaragoza, y lo digo con orgullo, se le conoce en los medios artísticos parisinos como la segunda capital, después de Barcelona, de más alto nivel musical de España. He oído mencionar con bastante frecuencia la labor que desarrolla en este aspecto su Sociedad Filarmónica. He escuchado elogios y frases de admiración comentando el esfuerzo qeu supone el paso por ella de prestigiosos concertistas”.
Y parece que aún no había podido hacerse con un instrumento de calidad. “Mi violín es una caja de puros. No solo no sirve para conciertos, sino que ni siquiera sirve para estudiar”. Y, en este punto, seguro que muchos lectores se estarán preguntando qué ha sido de Ana María. Pues, si no estoy equivocado, ha llegado a ser catedrática del Conservatorio Superior de Música de San Sebastián, concertino de la Orquesta Filarmónica de Guipúzcoa, de la Orquesta de Euskadi, y directora del Conjunto Barroco de San Sebastián. Y ha sido la pionera en la introducción en España del Método Suzuki, un sistema de educación musical diseñado para estimular a los niños. Muchos de los violinistas que hoy triunfan en los escenarios han estudiado con ella. Y, si me entero de algo más, no se preocupen que se lo cuento.
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